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Dorantes, un paisajista sonoro |
No han pasado ni dos meses de su concierto en el Teatro Central y nueva presencia de Dorantes en Sevilla. Ahora, en los Jueves Flamencos, con lo que la ansiedad de las horas que viven los aficionados de otras ciudades es imposible en la capital hispalense, donde los nombres se repiten como la inoportunidad del vértigo. Empero, Un flamenco al piano merecía la pena. Y no porque indujera a pensar que el término sólo se relaciona con la partida de nacimiento, que en su caso también, sino porque se enfrentó sólo al público que, tras comprobar cómo desnudaba su alma, escuchó el concierto de un virtuosista extremo que compone porque ambiciona cosas que decir y porque tiene capacidad para llenar el arte de ideas, sean o no flamencas. El instrumentista es lebrijano pero también músico universal. La idea del flamenco está subyacente en David Peña, como evidenció en los ritmos guajiros, tanguillos, seguiriyas, bulerías, tangos o alegrías a su padre, pero cuando se inviste de Dorantes asume los valores de otros géneros musicales, los relaciona con los del clasicismo de la cuna y crea una propuesta rigurosa y personal, articulada con un discurso más persuasivo que práctico, razón por la que se cree que ya no es un flamenco flamenco. Ítem más. Cuando prescinde de todo tipo de acompañamiento, como esta vez en Sevilla, el lenguaje que plantea es más cercano e íntimo y se torna, por tanto, reflexivo, se enriquece con las influencias de un universo complejo y alegórico que invita a una lectura más trascendente de su momento vital, por más que los recursos y técnicas aplicados en Orobroy (1998), Sur (2002) o Sin muros (2012) se colaran por entre las melodías. Un análisis, por tanto, de sus dibujos musicales nos permite aplaudirle, por un lado, el mensaje, ese viejo anhelo entre las notas coloreadas y la pintura de la poesía sonora que muy pocos pianistas alcanzan a fundir en belleza. Y de otro, comprobar el interés de sus composiciones, las sugerencias de su personal iconografía y la riqueza visual que aportan los elementos rítmicos, lo que habla por sí solo de la imaginación creadora del artista. Si a la luz de nuestras observaciones lo que es simple se vuelve complejo, no es porque quedara ausente la intensidad del instante o la insistencia del artista en reflejar la ardiente necesidad de lo muy jondo, sino porque Dorantes destaca por su expresión contenida, domina la textura, la forma y el color de los estilos y eso lo convierte en un paisajista de la música que pinta el interior de las composiciones y hace de cada tema no una obra para ser mirada, sino para que el oyente se reconozca en ella, la escuche con fruición y la vea por dentro, solo por dentro.
Ficha artística: elmundo.es Manuel Martín Martín 12/04/2013 |
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