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XXVII Festival Internacional de Jazz. Teatro Cervantes. |
Si, a tenor de los acontecimientos, resultaba legítimo sospechar que la de Dorantes es una de las trayectorias más interesantes, solventes, creativas y plenas de la música española contemporánea, el concierto ofrecido ayer en el Teatro Cervantes despejó todas las incógnitas. Es posible que quien esperara al Dorantes más andaluz (en esto el pianista se está pareciendo a Lorca: cuanto más se aleja del terruño, con más arrojo dice lo que quiere decir) se llevara un chasco, por más que la mirada al flamenco fuera plena, potente e indudable; pero cuando el músico bautiza su nuevo disco Sin muros! (al contrario que otros que recurren a fórmulas similares como mera declaración de intenciones) no puede ser más explícito. La de anoche fue una actuación tan pródiga en registros que podía, a veces, resultar abrumadora. Pero si algo caracteriza a Dorantes (con más acierto ahora, insisto, que hace diez años) es el sentido del equilibrio: el pianista lo dio a probar todo, pero en su justa medida, sin desviar la atención de la belleza. El resultado fue verdaderamente prodigioso. Y el público congregado, eso sí, se lo pasó en grande y supo recibir bien lo que el trío ofrecía. Hubo, si se quiere, madurez a ambas orillas del espejo.
En honor a un aprendizaje que no parece tener fin (los mejores maestros vuelven a ser los más fieles amateurs), Dorantes mostró ayer valentía para hacer lo que le dio la gana. Sonó flamenco, clásico, con su regusto a Falla y al eco de Paco de Lucía; pero de buenas a primeras se ponía romántico y rivalizaba con Chopin, o se ceñía a cauces minimalistas en los que parecía acordarse de Steve Reich, o le daba al piano el gusto que le habría dado Bill Evans, o convocaba espíritus espectralistas y se liaba a buscar armónicos imposibles más allá del teclado. Dorantes sabe ser tonal cuando tiene que serlo y dejar de serlo (y con qué rabia) cuando puede permitírselo. El seguro de su mano izquierda debería superar en cuantía al de la pantorilla de Cristiano Ronaldo. Francis Posé y Javi Ruibal estuvieron a la altura, sabios, con autoridad. Menuda santísima trinidad.
malagahoy.es Pablo Bujalance 08/11/2013 |
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