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Paseo A Dos. Dorantes, Renaud Garcia-Fons

   

Un paseo, dicen. Paseo a dos. Como decían antiguamente los gaditanos, “voy a dar un paseo a La Habana”, convencidos como estaban que era más fácil ir a tomar café a la capital de las Antillas y volver, que alcanzar remotísimos destinos como Madrid.

¿Un paseo? No se dejen engañar: es un viaje. Vertiginoso en esas bulerías liminares, Molto enrollado, trepidantes de entrada, para luego abrirse a unos aires casi célticos. Salir de la arrebatadora, cadenciosa malagueña para caer en la guajira, Entre las rosas, sales atlánticas de ida y vuelta, atún de Barbate y carne de mamey. Una soleá que acaso sueña con el tango argentino. Unos tangos que miran alternativamente a levante y a poniente. Ese garrotín ejecutado con una tensión inicial que recuerda al mejor Avishai Cohen, para sosegarse luego en la liviana.

Nada de esto, ni la seguiriya, ni la rondeña, ni la hermosa canción de remate, Amanecer, responden a caminos trillados. Lo llamarán modestamente paseo, pero es viaje en toda regla, sin itinerario fijo, sin tiempos obligados, ligeros de equipaje instrumental pero sobrados de sabiduría: el piano y el contrabajo de cinco cuerdas se multiplican y dan de sí más allá de lo imaginable para que sus intérpretes sean mucho más que dos.

Dorantes demuestra en este trabajo haber culminado una evolución espectacular. Heredero de esa familia experta en vulnerar fronteras sonoras que son los Peña, con el tío Juan el Lebrijano a la cabeza, el pianista se muestra en plena y pletórica madurez, con una personalidad más acentuada que nunca. Y qué decir de Renaud García-Fons, descendiente de emigrantes españoles que aprendió del sirio François Rabbath una sublime técnica de arco que ha ido enriqueciendo con el tiempo con múltiples recursos, los mismos que ha desplegado con músicos tan diversos como el flamenco Gerardo Núñez, el turco Kudsi Erguner, el tunecino Dhafer Youssef o el argelino Cheb Mami.

Lebrija y París se encuentran en las encrucijadas del jazz para caminar juntas hacia los confines del flamenco, bañándose de paso en aguas mediterráneas. Si fuera un nuevo ejercicio de fusión, otro más, sería un simple paseo. Pero se trata de un viaje, y cada viaje de verdad es único, y quien regresa de él es siempre alguien distinto.

msur.es    Alejandro Luque    18/12/2015