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FLAMENCO INSTRUMENTAL Paseo A Dos. Dorantes, Renaud Garcia-Fons

   

Existe vida más allá del cante y la guitarra, como confirman estos dos nuevos discos de tres músicos que, con piano, contrabajo y violín, renuevan la forma de entender el flamenco

Siempre hubo instrumentistas jondos. Por limitarnos sólo al fla-menco grabado, podemos partir de las guajiras con piano del Ca-nario Chico, en torno a 1900, pa-ra trazar una línea de grandes instrumentistas jondos, al mar-gen de la guitarra naturalmente, que pasaría, entre otros, por los pianistas Arturo Pavón y José Ro-mero y los saxofonistas Fernando Vilches y Negro Aquilino. Todo ello antes del estallido de los años 80 y 90 del siglo XX, en el que instrumentistas de todas las condiciones, bajistas, flautistas, violinistas, percusionistas, etcé-tera se incorporaron con toda na-turalidad a lo jondo.

Hoy les comentamos las nove-dades de un pianista, un contra-bajista y un violinista, tres de los más notables instrumentistas flamencos de la actualidad. En pri-mer lugar comentamos el disco Paseo a dos que firman el pianista Dorantes (Lebrija, 1969) y el con-trabajista Renaud García-Fons (París, 1962). Ambos instrumen-tos, piano y contrabajo, son solis-tas y bases, rítmicas y armónicas en esta obra. El contrabajo de cin-co cuerdas es a veces un cajón, otras una guitarra, un laúd árabe o un bajo eléctrico, y otras un vio-lín, chelo, zanfoña, acordeón o voz. Estamos en el sur pero tam-bién viajamos a territorios sep-tentrionales, a Irlanda, a Chica-go, a Turquía, a Marruecos. El concepto, largas composiciones en las que se alternan las melo-días envolventes con arreglos de enorme efectividad, es jazzístico y flamenco, pero incorpora otros sonidos, otras latitudes, otros tiempos. Al frenesí sucede el liris-mo de manera natural. Es una música sencilla y también sofisti-cada. Ambos intérpretes saben, porque quieren, llegar al público sin artificios ni ejercicios de inte-lecto. Las búsquedas armónicas están siempre motivadas por una melodía, brillante o íntima. La fiesta es también una oración. El ritmo es espiritual. El alma está en el corazón. Ambos, intérpretes y compositores, se han inspirado y espoleado mutuamente. Los tangos son una excelente muestra de música mediterránea, solar, íntima y social. La cadencia anda-luza, que es griega, explorada en todos sus rincones. La melodía es deslumbrante y los arreglos exce-lentes. El piano canta con austeri-dad y maestría, sin grandes alha-racas pero en todo su esplendor. En la despedida el tango se afina tanto que se aproxima a su esque-leto. Las guajiras son un juego muy serio, música amable, casi infantil, plena de colores. Unas gua-jiras rítmicas y poéticas. En el ga-rrotín regresa el humor, la minucia musical, la proximidad, la melodía cantable que, al mismo tiempo, rebosa de paisa-jes nuevos. En la liviana de repen-te se remansa todo, la corriente desemboca en un mar de placi-dez, de serenidad flamenca, pues esta emoción también forma par-te de lo jondo. La música se hace trasparente y nos atraviesa de es-tatismo. Es un paisaje nocturno, marítimo, de cuya placidez no queremos despertar, una de las piezas más hermosas de la obra, compuesta sobre una sencilla idea que se dispara en muchas di-recciones, que parece no acabar nunca. O así lo desearíamos. En-redados en las variaciones, la tie-rra gira sin sentir.

La seguiriya es más intrigante que desasosegante. Estimula en el oyente el deseo de saber qué vendrá a continuación, cómo concluirá esta deliciosa fantasía. La soleá es el corte más jazzístico del disco, con una rueda de acor-des hipnótica, sensual, estreme-cedora, es también el tema más épico de Paseo a dos. El contrabajo canta, explora y explota. Juega con el fraseo soleaero tradicional para luego buscar otras fórmulas. Una delicia. La mala-gueña, por delicadeza e imagina-ción, es otro de los números po-tentes de un disco extraordinario. El juego de mayores y menores le da un colorido enorme a la pieza. La ternura y la fiereza se anudan con naturalidad. Y con un final sublime, bellísimo.

Dorantes y Renaud García-Fons han inventado nuevas varia-ciones para los estilos flamencos tradicionales, aportando un buen ramillete de falsetas jondas. Es curioso cómo se complementan estos dos instrumentos, estos dos intérpretes, ya que el contrabajo aporta tierra pero a veces se ele-va a alturas líricas asombrosas. Igualmente el piano de Dorantes, que es puro dulce, a veces se quie-bra en el arco de Renaud García-Fons y nos regala un intimismo y una familiaridad muy emotiva. La música de Dorantes se ha des-pojado de parte de su brillantez del pasado para afianzarse, gozo-samente, al presente. Flamenco del siglo XXI. Aquí los acentos épi-cos se han trasformado en cerca-nía, suave humor, sencillez, natu-ralidad, elocuencia. Las piezas son puzles musicales que, lejos de rompernos la cabeza, nos recon-fortan a través de estilos flamen-cos reconocibles y al mismo tiem-po renovados. Paseo a dos es una obra que nos lleva muy lejos pero el oyente apenas percibe que el paisaje va cambiando. Es tal la sencillez de esta travesía, la natu-ralidad con la que los intérpretes se mueven de una geografía mu-sical a otra, que cuando llegamos, lejos de querer descansar, quere-mos iniciar un nuevo viaje. Por-que Dorantes y García-Fons, con ser grandes intérpretes, son ante todo virtuosos de la elocuencia. Saben lo que quieren contar, y co-mo contarlo.

diariodesevilla.es    Juan Verguillos    04/01/2016