RD Ley 13/2012 utilizamos cookies para mejorar nuestros servicios y análisis estadístico. Si continua navegando, consideramos que acepta su uso.    Información    Aceptar

 

En la casa de Dorantes

   

El concierto ‘Gitanos del Mediterráneo’ en el Alcázar fue de una calidad extraordinaria, con un directo estupendo y buena armonía en el escenario. Pocas veces hemos visto al pianista lebrijano tan a gusto sobre un escenario

Recuerdo la primera vez que Dorantes se plantó en un teatro, el Lope de Vega de Sevilla, con su piano y cara de a ver dónde me he metido. No olvidaré nunca las lágrimas de su padre, el guitarrista Pedro Peña, emocionado ante las maravillas que salían del instrumento de teclado, que no le era ajeno al flamenco porque ya hubo pianistas flamencos en los cafés cantantes de Sevilla, en el XIX. La casa de los Peña era conservadora hasta que llegó Juan el Lebrijano, tío paterno de Dorantes, y decidió volver como un calcetín la tradición del cante gitano familiar. Me imagino al niño Dorantes escuchando a su abuela Perrata entre las encaladas paredes de aquella casa lebrijana, la de Bernardo Peña y María Fernández, cuando cantaba Caravana. Los músicos lo son por esas vivencias de la infancia y Dorantes es el gran compositor de la familia, el mejor músico. Qué duda cabe que es un creador y que su base es el flamenco tradicional, aunque se haya abierto a otras músicas, como tantos otros artistas flamencos amamantados en la más pura ortodoxia jonda.

¿Era lo de anoche flamenco? Sin duda alguna, aunque no todo. Lo que Dorantes nos trajo, como él mismo explicó sobre el escenario, es el resultado de haber visto en la casa de sus abuelos, sus padres y su tío Juan a músicos de diferentes universos musicales. Anoche eran gitanos turcos, Taksim Trío, tres calés que si no nos llegan a decir que son del aquel país podrían haber pasado por flamencos de Las Tres Mil. Uno de ellos era clavado a Caracafé, el del Kanun, Aitac Dogon. Dorantes quiso que viéramos su espectáculo como si estuviéramos invitados a su casa, sin pensar en otra cosa o querer adivinar qué era una seguiriya y qué la música tradicional turca, evolucionada, que interpretan estos tres gitanos, grandes músicos, porque se entendieron perfectamente, por ejemplo en los tangos, con falsetas del de la baglama que hubieran alucinado al mismísimo Melchor de Marchena. Dorantes se encargó, con la impresionante seguiriya de salida, de irlos metiendo en nuestros ritmos y el concierto fue de una calidad extraordinaria, con un directo estupendo y buena armonía en el escenario, lo que los jóvenes flamencos llaman buen rollo. Pocas veces hemos visto al pianista lebrijano tan a gusto sobre un escenario, como en su casa, venciendo incluso su extrema timidez. Se quedaba extasiado escuchando al clarinetista, Hüsnü Selendirici, o siguiendo cada detalle del buen percusionista Javi Ruibal. Eran los invitados a su casa, a su fiesta particular. Sin ver dónde estaba sentado su padre, Pedro Peña, porque estar estuvo, sé que, como aquella noche en el Lope de Vega, acabaría derramando unas lágrimas viendo cómo su retoño se acordaba de la abuela Perrata, a la que homenajeó con la canción Caravana. Y, sobre todo, viendo al público en pie aplaudiendo una obra que, la entendieran o no, la disfrutaron. De eso se trataba, de asistir a la casa del fenómeno para sentir el torniscón de la buena música de los gitanos del Mediterráneo.

elcorreo.es    Manuel Bohórquez    24/09/2016