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Dorantes ‘in blue’.

   

A veces pienso que el flamenco es rojizo como la tierra del secadal: hosca y abrupta. Entre “ayeos”, tacones y “olés” me entretengo y me olvido de que a veces, sólo a veces, el flamenco es azul. Que hay cabezas y pulsos que bifurcan caminos y te llevan a sitios que son a la vez, familiares y nuevos. Anoche lo recordé en el Connexions Barcelona, donde se unieron dos exploradores para descubrirnos la Luna, que también es azul.

Cobalto eran los focos iniciales que alumbraron a Dorantes. Y cobalto es su música que, subida a un pedestal, otea el estrato del que procede y la conduce a un lugar muy parecido al futuro. Arrancó la noche rozando las teclas con golpes añiles. Dorantes toca, roza, araña el piano y, con habilidad mutante, lo troca en guitarra. Mete la mano en los entresijos del instrumento y lo usa como cuerda o como piel de tambor. Lo hace y me pregunto si habrá algo más flamenco que una mano que hurga en las tripas.

Con Renaud García-Fons a su lado, Dorantes matiza el color y su azul se torna azulón: grave, profundo y etéreo. Ese contrabajo pesa el triple al ser también laúd, guitarra y cajón. Y a ratos, de una manera sublime, simula ser voz. ¡Y qué color tiene esa no-voz! Puestos los exploradores en disposición de gozar, convocaron a Salao, que es, no puede negarse, una garganta que anhela mudez. Y el resultado fue una conjugación preciosa, algo atribulada tal vez, un balbuceo comunal en el que Dorantes rascó, rasgó e hirió, las venas se abrieron y brotó la sangre. Roja sí porque la sangre es roja pero la vena. ¡Ay, la vena! La vena es azul.

decalycanto-flamenco.com    Edición    11/10/2014